Tradicionalmente a esta fiesta se le ha considerado de María por la purificación de la mujer, de ahí que abunden las imágenes candelarias de la Virgen Madre. La Candelaria es la imagen que se distingue por dos elementos: la Virgen lleva en una mano un cirio o candela que representa la purificación de la Virgen. El otro elemento, aunque no está en todas, es frecuente tambien, se trata de una cesta que contiene dos pichones que la Virgen presenta al templo para el rescate del Señor. Aunque anteriormente esta era una fiesta más mariana de dominica, nunca perdió la dimensión cristocéntrica, de ahí la presencia de los pichones. Alguna imagen en lugar de cesta lleva una jaula, esto es ya cuestión de arte o gustos populares. En resumen, se trata de una fiesta donde se encuentran muy estrechamente unidos Madre e Hijo donde éste va a realizar la Redención de la Humanidad en honor del Padre.
Imagen de la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, Santa Cruz de Tenerife
2 de febrero
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Fiesta
Bendición y procesión de las candelas
Primera forma: Procesión
1. En la hora más oportuna se reúnen todos en una iglesia o en otro lugar conveniente, fuera de la iglesia hacia la que va a encaminarse la procesión. Los fieles tienen en sus manos las candelas, apagadas.
2. Llega el sacerdote con los ministros, revestidos con vestiduras blancas como para la misa, si bien puede el sacerdote usar el pluvial hasta que termine la procesión.
3. Se encienden las candelas mientras se canta la antífona:
El Señor llega con poder. Iluminará los ojos de sus siervos. Aleluya.
U otro cántico apropiado.
4. El sacerdote saluda como de costumbre al pueblo y hace luego una breve monición para invitar a los fieles a celebrar esta fiesta de manera activa y consciente. Puede servirse de esta monición o de otra semejante:
Hace hoy cuarenta días hemos celebrado, llenos de gozo, la fiesta del Nacimiento del Señor.
Hoy es el día en que Jesús fue presentado en el templo para cumplir la ley, pero sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente. Impulsados por el Espíritu Santo, llegaron al templo los santos ancianos Simeón y Ana que, iluminados por el mismo Espíritu, conocieron al Señor y lo proclamaron con alegría. De la misma manera nosotros, congregados en una sola familia por el Espíritu Santo, vayamos a la casa de Dios, al encuentro de Cristo. Lo encontraremos y lo conoceremos en la fracción del pan, hasta que vuelva revestido de gloria.
5. Después de la monición, el sacerdote bendice las candelas diciendo con las manos juntas:
Oremos.
Oh Dios, fuente y origen de toda luz, que has mostrado hoy a Cristo, luz de las naciones, al justo Simeón: dígnate santificar con tu + bendición estos cirios; acepta los deseos de tu pueblo que, llevándolos encendidos en las manos, se ha reunido para cantar tus alabanzas, y concédenos caminar por la senda del bien, para que podamos llegar a la luz eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
O bien:
Oremos.
Oh Dios, luz verdadera, autor y dador de la luz eterna, infunde en el corazón de los fieles la luz que no se extingue, para que, cuantos son iluminados en tu templo por la luz de estos cirios, puedan llegar felizmente al esplendor de tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.
Y rocía las candelas con agua bendita, sin decir nada.
6. El sacerdote recibe su propia candela y comienza la procesión, después de decir:
Marchemos en paz al encuentro del Señor.
7. Durante la procesión se canta la siguiente antífona con el cántico indicado u otro semejante:
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador.
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
A quien has presentado ante todos los pueblos.
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
8. Al entrar la procesión en la iglesia se canta el introito de la misa. Llegado el sacerdote al altar, lo venera, y, si parece oportuno, lo inciensa. Va a la sede, se quita el pluvial, si es que lo ha usado en la procesión, y se pone la casulla; y, después del cántico del Gloria, dice la colecta. Y la misa prosigue como de costumbre.
Segunda forma: Entrada solemne
9. Los fieles, con las candelas en sus manos, se reúnen en la iglesia. El sacerdote, con vestiduras blancas, acompañado de los ministros y algunos fieles, va a un lugar adecuado, bien delante de la puerta de la iglesia, bien dentro del recinto sagrado, con tal de que los fieles puedan ver y participar cómodamente en el rito.
10. Una vez llegados al lugar elegido para la bendición, se encienden las candelas y se canta la antífona: El Señor llega, o algún otro canto apropiado.
11. Tras el saludo y monición, el sacerdote bendice las candelas tal como se indica arriba en los números 4-5; y se organiza la procesión hacia el altar, con cánticos (números 6–7). Para la misa se observa lo ya indicado en el número 8.
Misa
Antífona de entrada Sal 47, 10-11
Oh Dios, hemos recibido tu misericordia en medio de tu templo. Como tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia.
Se dice Gloria.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Cuando esta fiesta no cae en domingo, antes del evangelio se escoge una sola de las lecturas siguientes:
PRIMERA LECTURA
Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis
Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4
Así dice el Señor:
«Mirad, yo envío a mi mensajero,
para que prepare el camino ante mí.
De pronto entrará en el santuario
el Señor a quien vosotros buscáis,
el mensajero de la alianza que vosotros deseáis.
Miradlo entrar
–dice el Señor de los ejércitos–.
¿Quién podrá resistir el día de su venida?,
¿quién quedará en pie cuando aparezca?
Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero:
se sentará como un fundidor que refina la plata,
como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví,
y presentarán al Señor la ofrenda como es debido.
Entonces agradará al Señor
la ofrenda de Judá y de Jerusalén,
como en los días pasados, como en los años antiguos.»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 23, 7. 8. 9. 10 (R.: 10b)
R. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.
–¿Quién es ese Rey de la gloria?
–El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.
–¿Quién es ese Rey de la gloria?
–El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R.
SEGUNDA LECTURA
Tenía que parecerse en todo a sus hermanos
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Palabra de Dios.
Aleluya Lc 2, 32
Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
EVANGELIO
Mis ojos han visto a tu Salvador
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
–«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
–«Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor.
O bien más breve:
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-32
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
–«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.»
Palabra del Señor.
Si coincide en domingo, se dice Credo.
Oración sobre las ofrendas
Sea grata a tus ojos, Señor, la ofrenda que la Iglesia te presenta llena de alegría, a ti que has querido que tu Hijo unigénito se inmolara como cordero inocente para la salvación del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Prefacio
EL MISTERIO DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque hoy, tu Hijo es presentado en el templo
y es proclamado por el Espíritu:
Gloria de Israel y luz de las naciones
Por eso,
nosotros, llenos de alegría
salimos al encuentro del Salvador,
mientras te alabamos con los ángeles y los santos
cantando sin cesar:
Santo, Santo, Santo.
Antífona de comunión Lc 2, 30-31
Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos.
Oración después de la comunión
Por estos sacramentos que hemos recibido, llénanos de tu gracia, Señor, tú que has colmado plenamente la esperanza de Simeón; y así como a él no le dejaste morir sin haber tenido en sus brazos a Cristo, concédenos a nosotros, que caminamos al encuentro del Señor, merecer el premio de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.