QUÉ FÁCIL SE HACE LA ORACIÓN CON MARÍA

     Esta mañana no me ha costado nada en absoluto hacer mi oración. No estoy diciendo que la he hecho muy bien y muy fructífera;  no. Digo solo que no me ha costado nada hacerla. Me he pasado la media hora de oración contemplando el enorme cuadro de la Virgen, guapa, hermosa, brillante, llena de esplendor y majestad, mientras por mis oídos entraban palabras que me embelesaban a contemplar a la Madre del Cielo y la Tierra, a mi Madre, la Virgen Santa María. Predicaba un hermano sacerdote de Burgos, Carlos, y... ¡Cuánto bien que me ha hecho!
     No voy a repetir la meditación, porque ni podría ni sabría; pero si tú, mi querido lector, entiendes lo que es pasar media hora como si hubiera transcurrido sólo media docena de segundos, y que eso te ha llevado a querer más a María Santísima como Madre y a seguir su proceder de servir a Dios, creo que entenderás todo lo que quiero decir.
     Ese sacerdote, Carlos, no estaba predicando para los demás, se le notaba; no nos enseñaba nada, ni quería, ni lo pretendía. Se predicaba a sí mismo. ¡Qué manera de contagiar! Decir cosas buenas a los demás no es que sea fácil, siempre es difícil, pero decir cosas para sí mismo, para mejorar, en voz alta...
     La cuestión es que cuando todos se han movido para acabar y ponernos a los pies de la Madre celestial y de su Hijo el Redentor, para dar gracias de la oración, me parecía que estaba aún a las puertas de comenzar.
     Luego pensaba que tratar con nuestra Madre del Cielo, con la Santísima Madre de Dios, con la Virgen María, con la Señora de Gracia, no es tiempo perdido, sino tiempo ganado, y el tiempo transcurre como el de Ella: servir sirviendo, servir sirviendo y servir sirviendo.
     Así es santa María, Maestra, maestra de oración, de servicio, de obediencia y trato con Dios, de cariño maternal de Hija espléndida y generosa del Padre. No hay otra alternativa, seguir los pasos de María nos hace hijos muy queridos y amados de Dios. Ella es la criatura que por excelencia ha querido hacer la voluntad de Dios como una esclava, pero la generosidad de Dios la ha hecho Reina. Nosotros, hijos de Dios, hemos de disponernos a ejemplo de la Mare de Déu (Madre de Dios) a hacer siempre la voluntad del Padre. Estas son cosas que en lo humano, María, con José por supuesto, enseñó a Jesús, pues Jesús tenía que aprender humanamente a estar disponible para el Padre. Ella se lo enseñó a Jesús y nos lo enseña a nosotros.
     En medio de la meditación, el sacerdote, Carlos, de Burgos, piadoso y más bueno que el pan, ha dicho que San Josemaría Escrivá decía o dijo en alguna ocasión: “yo no soy ejemplo en nada, pero si queréis imitarme en algo, imitadme en el amor que le tengo a la Virgen María”. Aunque vaya entrecomillado no es literal, pero la idea es verdadera, porque yo lo sé por otras fuentes. Este santo ha sembrado el mundo de retratos (imágenes) de la Virgen, sin propagar devociones particulares o advocaciones, sino solo el AMOR A LA MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA.

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