EL NICAN MOPOHUA
“Aquí se narra, se conjunta, cómo hace poco, de manera portentosa, se apareció la perfecta Virgen Santa María Madre de Dios, nuestra Reina, allá en el Tepeyac, nariz del monte, de renombre Guadalupe. Primero se dignó dejarse ver de un indito, su nombre Juan Diego; y después se apareció su preciosa y amada Imagen delante del recién electo obispo don fray Juan de Zumárraga”.
1“Diez años después de conquistada el agua, el monte, la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas y los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, sus aguas y sus montes.”
2“Así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento del Dador de la vida, el verdadero Dios.”
3“Entonces, en el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un indito, un macehual, un pobre hombre del pueblo,”
4“su nombre era Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlán 5y en las cosas de Dios, en todo pertenecía a Tlatelolco.”
6“Era sábado, muy de madrugada, venía en pos de Dios y de sus mandatos. 7Y al llegar cerca del cerrito, donde se llama Tepeyac, ya relucía el alba en la tierra.”
8“Allí escuchó cantar sobre el cerrito, era como el canto de variadas aves preciosas. Al interrumpir sus voces, como que el cerro les respondía. Sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos aventajaban a los pájaros del coyoltototl y del tzinitzcan y a otras aves preciosas que cantan.”
9“Se detuvo Juan Diego, se dijo «¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que escucho? ¿Tal vez estoy sólo soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? 10¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá, donde dejaron dicho los ancianos, nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento, acaso en la tierra celestial?»”
11“Hacia allá estaba mirando, hacia lo alto del cerrillo, hacia donde sale el sol, hacia allá, de donde procedía el precioso canto celestial.”
12“Y cuando cesó de pronto el canto, cuando dejó de escucharse, entonces oyó que le llamaban de arriba del cerrillo, le decían: «Juanito, Juan Dieguito».”
13“Luego se atrevió a ir a donde lo llamaban; ninguna turbación inquietó su corazón ni ninguna cosa lo alteraba, antes bien se sentía alegre y contento por todo extremo, fue a subir al cerrillo para ir a ver de dónde lo llamaban. 14Y cuando llegó a la cumbre del cerrillo, contempló una noble Doncella que allí estaba de pie, 15Ella lo llamó para que fuera juntito a Ella.”
16“Y cuando llegó frente a Ella, mucho le maravilló cómo sobrepasaba toda admirable perfección y grandeza: 17su vestido como el sol resplandecía, así brillaba. 18Y las piedras y rocas sobre las que estaba, como que lanzaban rayos 19como de jades preciosos, como joyas relucían. 20Como resplandores del arco iris en la niebla reverberaba la tierra. 21Y los mezquites y los nopales y las demás variadas yerbitas que allí se suelen dar, parecían como plumajes de quetzal, como turquesas aparecía su follaje, y su tronco, sus espinas, sus espinitas, relucían como el oro.”
22“En su presencia se postró, escuchó su venerable aliento, su venerable palabra, que era sumamente afable, extremadamente noble, como de quien lo atraía y le mostraba amor. 23Le dijo Ella: «Escucha, hijo mío, el más pequeño, Juanito, ¿a dónde te diriges?» 24Y él le contestó: «Señora mía, Reina mía, Muchachita mía, allá llegaré, a tu venerable casa en México Tlatelolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan, quienes son las imágenes del Señor, Señor Nuestro, nuestros sacerdotes.»”
25“En seguida, así le habla Ella, le descubre su preciosa voluntad; 26le dice: «Sábelo, ten por cierto, hijo mío, el más pequeño, que yo soy en verdad la perfecta siempre Virgen Santa María, que tengo el honor de ser Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra»”
“«Mucho quiero, mucho deseo, que aquí me levanten mi casita sagrada, 27en donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto, 28lo entregaré a las gentes en todo mi amor personal, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación».”
29“«Porque, en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, 30tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, 31y también de todas las demás variadas estirpes de hombres, los que me amen; los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí. 32Porque ahí, en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores».”
33“«Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído».”
34“«y ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré, 35que por ello, en verdad, te enriqueceré, te glorificaré; 36y mucho de allí merecerás con que yo retribuya tu cansancio, tu servicio con que vas a solicitar el asunto al que te envío. 37Ya escuchaste, hijo mío el menor, mi aliento mi palabra; anda, haz lo que esté de tu parte».”
38E inmediatamente en su presencia se postró, le dijo: «Señora mía, Niña, ya voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; por ahora te dejo, yo, tu humilde servidor».
39“Luego vino a bajar para poner en obra su encomienda: vino a encontrar la calzada, viene derecho a México. 40Cuando llegó al interior de la ciudad, luego fue derecho al palacio del obispo, el cual muy recientemente había llegado, el Gobernante Sacerdote; su nombre era don fray Juan de Zumárraga, sacerdote de San Francisco.”
41“Y en cuanto llegó, luego hace el intento de verlo, les suplica a los que le sirven, a sus criados, que vayan a decírselo. 42Después de pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el señor obispo que entrara. 43Y en cuanto entró, en seguida ante él se arrodilló, se postró, luego ya le descubre, le comunica el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que le había maravillado, lo que vio, lo que escuchó.”
44“Pero el obispo habiendo escuchado todo su relato, su mensaje, como que no mucho lo tuvo por cierto. 45El obispo le respondió, le dijo: «Hijo mío, otra vez vendrás, aún con calma te oiré, bien aún desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has venido, lo que es tu voluntad, lo que es tu deseo»”.
46“Salió; venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo. 47Luego se volvió, al terminar el día, luego de allá se vino derecho a la cumbre del cerrillo, 48y llegó delante de Ella, la Reina del Cielo: allí cabalmente donde la primera vez se le apareció, allí lo estaba esperando.”
49“Y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo: 50«Patroncita, Señora, Reina mía, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya fui a donde me mandaste a cumplir tu venerable aliento, tu venerable palabra. Aunque difícilmente entré a donde es el lugar del Gobernante Sacerdote, lo vi, ante él expuse tu venerable aliento, tu venerable palabra, como tú me lo mandaste. 51Me recibió amablemente y con atención escuchó, pero, por lo que me respondió, como que su corazón no lo reconoció, no lo tuvo por cierto. 52Me dijo: Otra vez vendrás; aún con calma te escucharé, bien aún desde el principio veré por lo que has venido, lo que es tu deseo, lo que es tu voluntad. 53Bien en ello miraré», según me respondió; que piensa que tu venerable casa divina que quieres que aquí te hagan, tal vez yo nada más lo invento, o tal vez no viene de tus venerables labios».”
54“«Por esto, mucho te suplico, Señora mía, Reina mía, Muchachita mía, que a alguno de los estimados nobles, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu venerable aliento, tu venerable palabra para que le crean. 55Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy la cuerda de los cargadores, en verdad soy parihuela, sólo soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mí detenerme allá a donde me envías, mi Muchachita, mi Hija la más pequeña, Señora, mi Niña. 56Por favor, dispénsame, afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía».”
57“Le respondió la Perfecta Virgen, digna de honra y veneración: 58«Escucha, tú, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; 59pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. 60Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. 61Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, edifique mi casa sagrada que le pido. 62Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te envío a ti como mi mensajero».”
63Juan Diego, por su parte, le respondió, le dijo: «Señora mía, Reina mía, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; en verdad con todo gusto iré, a poner por obra tu venerable aliento, tu venerable palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni tengo por molesto el camino. 64Iré ya, a cumplir tu voluntad, pero tal vez no seré oído y, si fuere escuchado, quizá no seré creído. 65Pero en verdad, mañana en la tarde, cuando se meta el sol, vendré a devolver a tu venerable aliento, a tu venerable palabra, lo que me responda el Gobernante Sacerdote. 66Ya me despido de Ti respetuosamente, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, Señora, Niña mía, descansa otro poquito» 67Y luego él se fue a reposar a su casa.”
68“Al día siguiente, Domingo, bien todavía en la nochecilla, todo aún estaba oscuro, de allá salió de su casa hacia acá derecho a Tlatelolco, vino a aprender las cosas divinas y a ser contado en lista; luego para ver al Gobernante Sacerdote.”
69“Y a eso de las diez fue cuando ya estuvo preparado, así ya había oído Misa y fue contado en la lista, y toda la gente se había ido. 70Pero él, Juan Diego, luego fue al palacio, la casa del señor Obispo. 71Y en cuanto llegó, puso todo su empeño para verlo y, con mucha dificultad, otra vez lo vio. 72A sus pies se arrodilló, lloró, se puso triste al hablarle, al descubrirle el venerable aliento, la venerable palabra, de la Reina del Cielo. 73Que ojalá fuera creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, de hacerle, de erigirle, su casita sagrada, en donde Ella lo había dicho, en donde Ella la quería.”
74“Mas el gobernante Obispo muchísimas cosas le preguntó, le investigó, para poder cerciorarse, dónde la había visto, cómo era Ella. Todo, absolutamente, se lo refirió al Señor Obispo. 75Y aunque todo, absolutamente, se lo declaró y todo lo que vio, lo que admiró, que aparecía con toda claridad que Ella era la Perfecta Virgen, la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador, Nuestro Señor Jesucristo; 76sin embargo, no luego se cumplió su deseo. 77Dijo el Obispo que no sólo por su palabra, su petición se haría, se realizaría lo que él pedía, 78que era muy necesaria alguna señal para que bien pudiera ser creído cómo a él lo enviaba como mensajero la Reina del Cielo en persona.”
79“Tan pronto como lo escuchó Juan Diego, le dijo al Obispo: 80«Señor Gobernante, considera cuál será la señal que pides, porque luego iré a pedírsela a la Reina del Cielo que me envió». 81Y como vio el Obispo que él ratificaba, que en nada vacilaba ni dudaba, luego lo hizo irse. 82Y en cuanto se va, en seguida el Obispo manda a algunos de los de su casa, en los que tenía absoluta confianza, que lo vayan a seguir, que bien lo observaran a dónde iba, a quién veía, con quién hablaba. 83Y así se hizo. Y Juan Diego se fue derecho, siguió la calzada. 84Pero los que lo seguían, donde se abre la barranca, cerca del Tepeyac, en el puente de madera, lo vinieron a perder. Y aunque por todas partes buscaron, en ninguna parte lo vieron.”
85“Y así se volvieron, no sólo porque con ello se fastidiaron grandemente, sino también porque él los disgustó, los hizo enojar. 86Así le fueron a contar al Señor Obispo, le metieron en la cabeza que no le creyera, le dijeron cómo nomás le contaba mentiras, que sólo inventaba lo que venía a decirle, o que sólo soñaba o imaginaba lo que le decía, lo que le pedía. 87Y bien así lo determinaron que si otra vez venía, regresaba, allí lo agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar a la gente.”
88“Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del Señor Obispo: 89la que, oída por la Señora, le dijo: 90«Bien está hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al Obispo la señal que te ha pedido; 91con eso te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; 92y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has prodigado; 93ea, vete ahora; que mañana aquí te aguardo».”
94“Y al día siguiente, lunes, cuando Juan Diego debía llevar alguna señal para ser creído, ya no volvió. 95Porque cuando fue a llegar a su casa, a un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba muy grave. 96Aun fue a llamar al médico, todavía se ocupó de él, pero ya no era tiempo, pues ya estaba agonizando. 97Y cuando anocheció, le rogó su tío que cuando aún fuere de madrugada, aún a oscuras, saliera hacia acá, viniera a llamar a Tlatelolco, a alguno de los sacerdotes para que fuera a confesarlo, para que fuera a prepararlo, 98porque eso ya estaba en su corazón, que en verdad ya era tiempo, que ya entonces moriría, porque ya no se levantaría, ya no se sanaría.”
99“Y el martes, cuando todavía estaba muy oscuro, de allá vino a salir, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote a Tlatelolco,”
100“y cuando se acercó al lado del cerrito, al pie del Tepeyácac, terminación de la sierra, donde sale el camino, hacia donde se pone el sol, en donde antes él había salido, dijo: 101«Si sigo derecho el camino, no vaya a ser que me vea esta Noble Señora y seguro, como antes, me detendrá para que le lleve la señal al sacerdote que gobierna, como me lo mandó. 102Que primero nos deje nuestra aflicción; que antes yo llame de prisa al sacerdote religioso al que el pobre de mi tío no hace más que aguardarlo». 103En seguida rodeó al cerro, subió por en medio y de allí, atravesando, vino a pasar hacia donde sale el sol; para rápido ir a llegar a México, para que no lo detuviera la Reina del Cielo. 104Piensa que por donde dio la vuelta no lo podrá ver la que perfectamente a todas partes está mirando.”
105“La vio cómo vino a bajar Ella de la cumbre del cerrito, desde allí lo había estado mirando, de donde antes lo vio. 106Le vino a salir al encuentro, a un lado del cerro, le vino a atajar los pasos; le dijo: 107«Hijo mío el más pequeño ¿qué pasa?, ¿a dónde vas, a dónde te diriges?» 108Y él, ¿tal vez un poco se apenó, o quizá se avergonzó?, ¿o tal vez de ello se asustó, se espantó? 109Ante Ella se postró, la saludó, le dijo: 110«Mi Jovencita, Hija mía la más pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta: ¿cómo te amaneció? ¿Acaso sientes bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía?»”
111“«Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave un servidor tuyo, tío mío. 112Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de ella. 113Y ahora, iré de prisa a tu venerable casa de México, a llamar a alguno de los amados de Nuestro Señor, a uno de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a dejarlo preparado. 114porque en realidad para esto nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte.»”
115“«Mas, si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu venerable aliento, tu venerable palabra, Señora, Muchachita mía. 116Perdóname, todavía tenme un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la más pequeña, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda prisa».”
117“En cuanto oyó la palabra de Juan Diego, le respondió la compasiva, la Perfecta Virgen: 118«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva. 119¿No estoy yo aquí, que tengo el honor de ser tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Acaso tienes necesidad de alguna otra cosa?»”
120“«Que ninguna otra cosa te aflija, que no te inquiete; que no te acongoje la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora, ten por cierto que ya sanó». 121(Y luego en aquel mismo momento sanó su tío, como después se supo). 122Y Juan Diego, cuando escuchó el venerable aliento, la venerable palabra, de la Reina del Cielo, muchísimo con ello se tranquilizó, bien con ello se apaciguó su corazón; 123y le suplicó inmediatamente que lo enviara como mensajero a ver al gobernante Obispo, a llevarle su señal, de comprobación, para que él le creyera.”
124“Y la Reina Celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrito, en donde él la había visto antes. 125Le dijo: «Sube, tú el más pequeño de mis hijos, a la cumbre del cerrito y allí donde tú me viste y donde te di mi mandato; 126allí verás extendidas flores variadas: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja en seguida; tráelas aquí, a mi presencia». 127Y luego Juan Diego subió al cerrito,”
128“y cuando llegó a la cumbre, mucho se maravilló de cuantas flores allí se extendían, tenían abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, como las de Castilla, no siendo aún su tiempo de darse. 129porque era cuando arreciaba el hielo. 130Las flores estaban difundiendo un olor suavísimo, eran como perlas preciosas, como llenas de rocío de la noche. 131En seguida comenzó a cortarlas, todas las juntó, las puso en el hueco de su tilma. 132Por cierto que en la cumbre del cerrito no se daban ningunas flores, porque es pedregoso, hay abrojos, plantas con espinas, nopaleras, abundancia de mezquites. 133Y si acaso algunas hierbas pequeñas se solían dar, entonces era el mes de diciembre, todo lo come, lo echa a perder el hielo.”
134“Y en seguida vino a bajar, vino a traerle a la Niña Celestial las diferentes flores que había ido a cortar, 135y cuando las vio, con sus venerables manos las tomó; 136 luego las puso de nuevo en el hueco de la tilma de Juan Diego, y le dijo: 137«Hijo mío, el más pequeño, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; 138de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo y que por ello realice mi querer, mi voluntad; 139y tú, tú que eres mi mensajero, en ti absolutamente se deposita la confianza. 140Y mucho te ordeno con rigor que únicamente a solas, en la presencia del Obispo, extiendas tu tilma y le muestres lo que llevas; 141y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar las flores, y cada cosa que viste y admiraste; 142así tú convencerás en su corazón al que es el Gobernante Sacerdote, así él dispondrá que se haga, se levante, mi casa sagrada que le he pedido».”
143“Y en cuanto le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar la calzada, viene derecho a México, ya viene contento, 144ya está calmado su corazón, porque va a salir bien, bien llevará las flores. 145Mucho viene cuidando lo que está en el hueco de su tilma, no vaya a ser que algo se le caiga. 146Viene disfrutando del aroma de las diversas flores preciosas.”
147“Cuando llegó al palacio del Obispo, lo fueron a encontrar el portero y los demás servidores del Sacerdote gobernante. 148Él les suplicó que le dijeran que deseaba verlo, pero ninguno de ellos quiso; no querían escucharlo, o tal vez porque aún estaba muy oscuro. 149O tal vez porque ya lo conocían, que nomás los molestaba, los importunaba. 150Y ya les habían contado sus compañeros, los que lo fueron a perder de vista cuando lo habían ido a seguir. 151Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón. 152Y cuando vieron que por muchísimo rato estuvo allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si era llamado. Y como que venía trayendo algo que estaba en el hueco de su tilma; luego pues, se le acercaron para ver qué es lo que traía y satisfacer su corazón.”
153“Y cuando vio Juan Diego que de ningún modo podía ocultarles lo que llevaba y que por eso lo molestarían, lo empujarían o tal vez lo golpearían, un poquito les mostró que eran flores. 154Y cuando vieron que todas eran finas, variadas flores como las de Castilla, y como no era tiempo entonces de que se dieran, mucho se admiraron, de que estaban muy frescas, con sus corolas abiertas, lo bien que olían, preciosas. 155Y quisieron coger y sacar unas cuantas. 156Y tres veces sucedió que se atrevieron a tomarlas, pero de ningún modo pudieron hacerlo, 157porque cuando hacían el intento ya no veían las flores, sino como una pintura o un bordado, o cosidas en la tilma las veían.”
158“Inmediatamente fueron a decirle al Gobernante Obispo lo que habían visto, 159y cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que ya hacía muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería verlo. 160Y el Gobernante Obispo, en cuanto lo escuchó, tuvo ya en su corazón de que aquello era la señal para ser convencido, para que él llevara a cabo la obra que solicitaba el hombrecito. 161Enseguida ordenó que pasara a verlo. 162Y habiendo entrado, en su presencia se postró, como ya antes lo había hecho. 163Y de nuevo le contó todo lo que había visto, lo que había admirado y su mensaje. 164Le dijo: «Señor mío, Gobernante, en verdad ya hice, ya cumplí según me ordenaste; 165así fui a decirle a la Señora, mi Ama, la Niña Celestial, Santa María, la Amada Madre de Dios, que tú pedías una señal para poder creerme, para que le hicieras su casita sagrada, allá donde Ella te pedía que la construyeras; 166y también le dije que yo te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su venerable voluntad, como me lo encargaste. 167Y Ella escuchó bien tu venerable aliento, tu venerable palabra, y recibió con alegría tu petición de la señal, de la prueba, para que se haga, se cumpla su amable voluntad. 168Y ahora, cuando era todavía de noche, me mandó para que otra vez viniera a verte; 169y yo le pedí su señal para ser creído, como me dijo que me la daría, e inmediatamente lo cumplió. 170Y me mandó a la cumbre del cerrito en donde antes yo la había visto, para que allí cortara diversas flores como las de Castilla. 171Y yo las fui a cortar, se las fui a llevar allá abajo; 172y con sus venerables manos las tomó. 173Luego, de nuevo, las puso en el hueco de mi tilma. 174para que te las viniera a traer, para que a ti personalmente te las entregara. 175Aunque bien yo sabía que no es lugar donde se den flores la cumbre del cerrito, porque sólo es pedregoso, hay abrojos, plantas espinosas, nopales silvestres, mezquites, no por ello dude, no por ello titubeé. 176Fui a acercarme a la cumbre del cerrito, miré que ya era la Tierra florida. 177Allí habían brotado variadas flores, como las rosas de Castilla, de lo más fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas; así luego las fui a cortar. 178Y Ella me dijo que de su parte te las diera, y que así yo probaría; para que tú vieras la señal que le pedías para realizar su venerable voluntad, 179y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje. 180Aquí las tienes; hazme favor de recibirlas».”
181“Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco estaban las flores. 182Y al caer al suelo todas las variadas flores como las de Castilla, 183luego allí en su tilma se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está, 184en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita en el Tepeyácac, que se llama Guadalupe. 185Y en cuanto la contempló el Obispo Gobernante y también todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron, 186se pusieron de pie para verla, se conmovieron, se afligió su corazón, como que se elevó su corazón, su pensamiento. 187Y el Obispo Gobernante con lágrimas, con tristeza, le suplicó, le pidió perdón por no haber realizado su venerable voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.”
188“Y el Obispo se levantó, desató del cuello de donde estaba atada, la vestidura, la tilma de Juan Diego. 189en la que se apareció, en donde se convirtió en venerable señal la Reina Celestial. 190Y luego la llevó allá, la fue a colocar en su oratorio. 191Y todavía allí pasó un día entero Juan Diego en la casa del Obispo, quien hizo que se quedara allí. 192Y al día siguiente, le dijo: «Anda, vamos a que muestres dónde es la venerable voluntad de la Reina del Cielo que le levante su templo». 193De inmediato se dio orden de hacerlo, levantarlo. 194Y Juan Diego, en cuanto mostró en dónde había mandado la Señora del Cielo que se le levantara su casita sagrada, luego pidió permiso que 195quería ir a su casa para ir a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando lo dejó, y había ido a llamar a uno de los sacerdotes a Tlatelolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien la Reina del Cielo le había dicho que ya estaba sanado. 196Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa. 197Y cuando llegaron vieron a su venerable tío que estaba sano, absolutamente nada le dolía. 198Y él, por su parte, mucho se admiró de la forma en que su sobrino era acompañado y muy honrado; 199le preguntó a su sobrino por qué así sucedía, el que mucho le honraran; 200y él le dijo que cuando lo dejó para ir a llamarle un sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyácac se le apareció la Señora del Cielo. 201Y lo envió a México a ver al Gobernante Obispo, para que allí le edificara su casa en el Tepeyácac.”
202“Y que Ella le dijo que no se afligiera, porque ya su tío estaba curado, y con esto mucho se tranquilizó su corazón. 203Su tío le dijo que era verdad, que en aquel preciso momento Ella lo sanó, 204y que la contempló exactamente en la misma forma como se le había aparecido a su sobrino. 205Y le dijo cómo a él también lo había enviado a México para que viera al Obispo; 206y que también, cuando fuera a verlo, todo absolutamente se lo manifestara, le dijera lo que había contemplado 207y la manera maravillosa en que lo había sanado, 208y que bien así se le llamara, bien así se le nombrara: LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, su Amada Imagen.”
209“Y en seguida llevaron a Juan Bernardino a la presencia del Gobernante Obispo, para que viniera a hablarle, delante de él diera testimonio. 210Y junto con su sobrino Juan Diego, el Obispo los hospedó en su casa unos cuantos días, 211mientras que se levantó la casita sagrada de la Niña Reina allá en el Tepeyácac, donde se le mostró a Juan Diego. 212Y después de que el Señor Obispo la tuvo algún tiempo, trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa reverenciada Imagen de la amada Niña Celestial. 213La vino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba, para que todos la vieran, se admiraran de su preciosa Imagen. 214Y absolutamente todos, toda la ciudad, sin faltar nadie, se estremecieron cuando fueron a contemplar, a admirar su preciosa Imagen. 215Venían a conocerla como algo divino. 216Venían a presentarle sus plegarias. 217Mucho se admiraban en qué milagrosa manera se había aparecido 218puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.”
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